Las verdaderas fallas en la transmisión de legado suelen venir de la falta de comunicación, de la pérdida de identidad familiar y de la ausencia de un propósito compartido.
Tras décadas de trabajo arduo los Martínez (nombre ficticio), una familia de empresarios exitosos, construyeron un conglomerado que abarcaba desde bienes raíces hasta inversiones financieras en diversas industrias. El patriarca de la familia, Don Luís Martínez, había sido el motor de ese crecimiento, pero tras su muerte, sus hijos se encontraron en medio de disputas por la herencia.
A pesar de los numerosos bienes que les dejó su padre, las diferencias entre los hermanos se hicieron evidentes. Algunos querían vender, otros querían diversificar las inversiones, pero lo más grave fue que a ninguno se le ocurrió hablar claramente de los valores que habían guiado a Don Luis en la construcción de su imperio. La riqueza, en lugar de unir, terminó dividiendo a la familia.
Por mi experiencia debo admitir que, lamentablemente, este este tipo de casos no es raro. Cuando hablamos de legado, generalmente pensamos en dinero y propiedades, pero es mucho más que eso.
El concepto del legado
El término “legado” hace referencia a lo que se recibe de un predecesor, y su impacto puede ser tanto tangible como intangible. Las verdaderas fallas en su transmisión suelen venir de la falta de comunicación, de la pérdida de identidad familiar y de la ausencia de un propósito compartido.
La clave para entenderlo está en considerar que lo importante no es solo lo que se deja en términos financieros, sino las historias, los valores y las conexiones que se transmiten a las siguientes generaciones.
Esta visión, más profunda y trascendental, destaca cómo las emociones, los principios y el sentido de identidad se vuelven pilares fundamentales de un patrimonio familiar duradero.
Cuando una familia se enfrenta a la planificación del legado, es común que los miembros se centren en los aspectos financieros como minimizar los impuestos, proteger los activos o asegurarse que las inversiones sigan generando retornos sustantivos a lo largo del tiempo.
Sin embargo, cuando se les pregunta a los dueños de grandes patrimonios qué es lo que más valoran, las respuestas que podemos considerar “sinceras” suelen ir más allá de los números. Lo que al final del día desean es generar un impacto positivo que le dé sentido a su riqueza, mejorar la comunicación y cohesión de sus familias, además de poder contar en el futuro unos hijos agradecidos, autosuficientes, motivados y productivos.
No te centres en el dinero. Céntrate en su significado
Roy Williams y Vic Preisser, en su libro Philanthropy, Heirs & Values (2010), estudiaron casos de patrimonios familiares en los Estados Unidos y concluyeron que el 70% de las familias pierden su riqueza en la segunda generación y el 90% en la tercera. Y lo más interesante del estudio es que esto no ocurre por falta de una planificación financiera o algo parecido, sino por la desconexión emocional entre los miembros de la familia y la falta de una visión única sobre lo que representa el legado.
El error más común, como lo ilustra el caso de los Martínez, es pensar que el dinero por sí solo puede garantizar la cohesión familiar. Todo lo contrario: el dinero sin un propósito puede ser fuente de conflictos.
En cambio, las familias a las que podemos considerar que logran transmitir con éxito su legado, son aquellas que, más allá de la herencia material, priorizan la comunicación, el compromiso y los valores compartidos.
A menudo, el reto no está en transferir activos de manera eficiente, sino en garantizar que la próxima generación esté preparada, motivada y conectada con los valores familiares. Este desafío es aún mayor en un contexto global donde actualmente menos del 1% de la población controla casi la mitad de la riqueza mundial, según Oxfam y estudios como el World Inequality Report.
En este entorno, la clave para preservar los diferentes legados forjados a lo largo de los años no está solo en la acumulación de riqueza, sino en la capacidad de transmitirlos con sentido tanto como para sus dueños como para sus entornos.
En la gestión del patrimonio familiar, las familias suelen adoptar diferentes enfoques. Algunos miembros pueden actuar como meros consumidores de los recursos que se les han heredado hasta hacerlos desaparecer, mientras que otros buscan tener un impacto más trascendente, adoptando el rol de guardianes o stewards del legado familiar.
Este último es poco común, pero altamente eficaz para garantizar la sostenibilidad del legado a lo largo del tiempo.
Los stewards se enfocan en invertir profundamente en el futuro de la familia, no solo en términos económicos, sino en cómo los recursos pueden contribuir a mejorar la vida de los demás y dejar un impacto duradero en la sociedad.
Este enfoque se basa en valores como la confianza, la generosidad y el coraje, y requiere un compromiso a largo plazo tanto con la familia como con la comunidad. Al final, no se trata de cuánto dinero dejas, sino del impacto positivo que ese legado puede tener en las futuras generaciones y en la sociedad en su conjunto.
El dinero y la felicidad
Uno de los temas recurrentes en la planificación patrimonial es la relación entre el dinero y la felicidad. Diversos estudios han demostrado que, una vez cubiertas las necesidades básicas, el dinero adicional no necesariamente contribuye a un mayor bienestar.
El umbral de ingresos para la felicidad, según parece está hoy en día alrededor de los $90,000 anuales para cada individuo. A partir de esa cifra, el dinero extra no garantiza una vida más plena ni un legado más duradero. Todo lo contrario: puede ser el motivo de las frustraciones de aquellos que no pueden alcanzar los bienes materiales que hacen feliz a las personas que admiran en las redes sociales.
Para muchas familias, el verdadero desafío es lograr un equilibrio entre la riqueza material y el bienestar emocional. Esto es particularmente cierto en el caso de los patrimonios donde la falta de comunicación, la desconfianza y la desconexión entre miembros de familia pueden poner en riesgo no solo el dinero, sino también las relaciones y la estabilidad de las relaciones. El caso de los Martínez nos recuerda que el legado familiar va mucho más allá de los bienes materiales.
La verdadera herencia que dejamos está en los valores, las historias y las conexiones que transmitimos a las futuras generaciones.
En un mundo donde la riqueza está cada vez más concentrada, la planificación patrimonial debe enfocarse en construir un legado que trascienda lo económico y tenga un impacto duradero tanto en la familia como en la sociedad.
Las familias que logran preservar su legado son aquellas que priorizan la comunicación, el compromiso y los valores compartidos, y que entienden que el dinero es solo una herramienta para alcanzar un propósito más profundo. Como bien lo decía Pericles, el prominente general de la era dorada de la antigua Grecia: "Lo que dejas atrás no es lo que está grabado en monumentos de piedra, sino lo que está entretejido en la vida de los demás".
Visita nuestro espacio dedicado a temas relacionados con el legado familiar:
Guillermo Salazar es socio director de Exaudi Family Business Consulting®, experto en gobierno corporativo, planificación estratégica de la sucesión y patrimonios familiares. Ha asesorado a numerosas familias empresarias en sus protocolos, transición generacional, alineación de la visión de la familia y sus valores para la toma de decisiones y resolución de conflictos. Seguir leyendo
comparte este artículo