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El principio de Anna Karenina y la utopía de la felicidad

“Todas las familias felices se asemejan; cada familia infeliz es infeliz a su modo”

Esta frase con la que da comienzo la novela Anna Karénina (А́нна Каре́нина), publicado en 1877 por el escritor ruso Léon Tolstói (1828-1910) y que ha tenido una importante influencia en ámbitos más allá́ de la literatura, es muy conocida entre quienes nos hemos dedicado a estudiar a las familias en general, y a las empresarias en particular.

Jared Diamond, Wikipedia

Más de un siglo después de la publicación de esa novela, el biólogo estadounidense Jared Diamond denominaría el “principio de Anna Karenina” al conjunto de las cuatro condiciones que las especies de animales deben cumplir, sin excepción, para poder ser domesticadas por el hombre: dieta, reproducción, carácter y rapidez de crecimiento. Si falla uno solo de ellos no se podrá domesticar.

Diamond escogió ese nombre en particular para denominar a su principio, pues, según él, a las familias felices les pasa lo mismo: si les falla una de las condiciones (que son las mismas para todas), dejarán de ser felices. Por eso, cuando las familias cumplen con todos los requisitos son felices (por eso se asemejan), pero las que no lo son, si falla en alguno de ellos o en todos a la vez, dependiendo de cuáles sean, experimentarán un sentimiento particular de “infelicidad” (por eso son diferentes, cada familia es infeliz “a su modo”). 

Salvador Minuchin, Fuente: minuchincenter.org

Otro enfoque similar, el de Salvador Minuchin, el especialista argentino que desarrolló la terapia familiar estructuralista, define elementos en los que podemos identificar al mismo tiempo a familias universales (todas las familias son semejantes) y a familias particulares (todas las familias son diferentes).

La definición que tenemos de familia está asociada por lo general a una imagen idealizada gracias a los productos hollywoodienses, que nos inundan con modelos que no se adaptan en la vida real a un sistema tan complejo. Entender la realidad que nos rodea y nos ayuda a definirnos como individuos pasa por aceptar a nuestras familias de origen. Y, en muchas ocasiones, no es algo que se nos haga fácil.

Según mi experiencia, independientemente de que sean empresarias, las familias perfectas que cumplirán siempre y cabalmente con todos los requisitos de felicidad simplemente no existen.

Lo que sí creo que existen son familias con características funcionales en sus relaciones que ayudan a desarrollar la felicidad del individuo, y se perciben desde fuera como un grupo feliz.

Pero no nos engañemos: la felicidad siempre será una decisión personal, no una cualidad colectiva. Y ese sentimiento es una condición que va y viene en nuestros corazones, al igual que la calidad de las relaciones con nuestros seres queridos. 

Tener familia sin tener dolor es una fantasía. Y esto es algo que, como agentes de cambio, pienso que los consultores de empresas familiares debemos dejarle claro a nuestros clientes en algún momento.

Querer vivir en la felicidad eterna es una utopía. Y el tópico en muchas familias empresarias “exitosas” pareciera ser que es necesario reforzar ante el resto de la sociedad que los padres son perfectos y los hijos no tienen problemas.

Fuente: imdb.com

El entrañable filme de 1990, Stanno tutti bene de Giuseppe Tornatore, protagonizado por Marcelo Mastroianni, narra la historia de un padre de familia que visita, uno a uno, a su desbandada progenie por toda Italia, para finalmente llevarle un reporte general de la situación a su querida esposa. Todos los secretos y situaciones vergonzosas que los hijos desean ocultar a sus padres se disfrazan ingenuamente, dejándonos a los espectadores la incómoda responsabilidad de compartir el secreto de los protagonistas que desean, a toda costa, preservar la honorable fachada de la familia. Es un excelente ejemplo que recomiendo para entender cómo nos engañamos pretendiendo ser felices ante los demás. No os la podéis perder. 

Generar relaciones sanas es una responsabilidad personal y un trabajo que debemos hacer todos los seres humanos día a día para mantenerlas funcionales. El querer ser felices dependerá de nuestra propia decisión de vida.

Tener familiares es una corresponsabilidad, un camino de doble vía: puedo exigir, pero también debo esperar que el otro exija de mí. Cualquier otra forma de verlo nos conduce a lo que Carl Whitaker llamaba “el delirio de la fusión”. 

Al final de la novela, Ana se suicida al ver que no consigue la relación que ella había imaginado tener con su amado ni la ilusión de una vida inalcanzable. A veces, la mejor recomendación que podemos dar a los miembros de nuestras empresas familiares clientes puede ser “sé honesto contigo y sed honestos entre vosotros”. Ese es una de las claves de la felicidad personal y de una sana y realista convivencia familiar.

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Guillermo Salazar es socio director de Exaudi Family Business Consulting®, experto en gobierno corporativo, planificación estratégica de la sucesión y patrimonios familiares. Ha asesorado a numerosas familias empresarias en sus protocolos, transición generacional, alineación de la visión de la familia y sus valores para la toma de decisiones y resolución de conflictos. Seguir leyendo

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